No es novedad decir que tengo serios problemas con mi sueños (en el buen sentido, eh). Basta con leer alguna que otra entrada de este blog con algún relato para darse cuenta. O basta con haber tenido una de esas largas charlas conmigo que suelo tener con cierta gente en particular; tarde o temprano terminaré hablando de alguno de mis sueños que por el alto grado de onirismo que presentan algunos, se convierten en historias que merecen ser contadas.
Pero como decía, hay sueños y sueños. Hay sueños mejores y sueños peores. Hay pesadillas.
Voy a dejar de lado las pesadillas. Porque las pesadillas son recuerdos malos que nos atormentan y no soñar con que morimos o nos está por ocurrir algo malo, por lo que no podrían bajo ningún punto de vista entrar en la idea que estoy por explicar.
Me quedo con los sueños mejores y los peores. Los lindos y los feos. No, no dije respectivamente en la oración anterior porque no se aplica de ninguna manera. Los sueños mejores no son los lindos sino todo lo contrario. El sueño lindo, ése que durante el sueño nos hace sentir como, valga la redundancia, en un sueño mágico del cual no queremos despertar porque estamos, por ejemplo, con esa persona que tanto ansiamos, que tanto deseamos y que tanto queremos, no es de los sueños mejores. Por el contrario, cuando despertamos y vemos que en verdad era un sueño nos sumimos en la más grande depresión al darnos cuenta de que estamos de nuevo en la vida real y que la vida real apesta. Éstos son los peores sueños, porque lamentablemente vivimos en la vida real. Sería hermoso poder vivir en nuestros sueños; sería hermoso poder conseguir un sueño lúcido, pero tarde o temprano la realidad vendrá a golpearnos en la cara. No, los sueños lindos no son buenos; los sueños lindos lastiman.
Por el otro lado, los mejores sueños son aquellos que no implican emociones. Aquellos en los que somos protagonistas de una historia fantástica; aquellos a los que yo llamo flasheros. Son historias que merecen ser contadas, como dije anteriormente. Como éste por ejemplo. Éstos son los sueños que valen la pena.
Por último, dentro de los sueños "mejores" no puedo dejar de nombrar a los sueños feos. Los sueños feos, no las pesadillas, aclaro. Porque los sueños feos generan el efecto contrario a los lindos al despertar. Nos hacen tener ganas de volver a la realidad, de desear que todo sea un sueño, que lo que está pasando no puede ser verdad. Y por suerte, cuando despertamos respiramos aliviados, hasta contentos porque no se trató más que de un sueño.
Moldear la vida bajo los pies de este imperio me resulta imposible. Construir, construir, debería construir. Pero no puedo. Se me hace difícil. Se me hace difícil cuando mi cabeza sólo piensa en una cosa. Es que la hipocresía es, creo yo, el estado que puede generar más dolor. Porque es en definitiva lo que termina doliendo, la hipocresía.
Ya no escucho porque no quiero escuchar. No tengo ganas, no me siento a gusto escuchando. La gente no entiende. La gente cree entender pero no lo hace y por eso suelta una maraña de mentiras que van directo a enredarse en mi cabeza. Ojo, hay mentiras y mentiras. Están las mentiras que duelen, como esa que acompaña a la hipocresía y mentiras que intentan ayudar, que incluso el que las emite no sabe que está diciendo mentiras, como es el caso de los amigos que dan consejos. Es que ya los consejos no sirven. Estamos solos. Solos.
Lamentablemente, nadie quiere estar solo. Es que si quisiéramos estar solos no existiría el dolor porque el dolor y la soledad van de la mano. Nos mentimos a nosotros mismos cuando decimos "estoy bien". Esto es mentira. Ninguna soledad puede contra un abrazo o un beso. Ninguna soledad puede contra el sexo. La soledad como estado es hipocresía.
Pero la culpa es nuestra. La culpa es nuestra porque somos nosotros los que damos lugar a las mentiras. Somos nosotros los que damos lugar a un mundo que no existe, que es inalcanzable. Somos nosotros los que fomentamos nuestra propia soledad.
Y ahí es cuando te das cuenta de que todo en lo que creés es mentira. Que los problemas son innecesarios. Que cada uno forja su propio destino. Y no lo puede hacer con ayuda de otros. Porque los otros están ahí ahora, pero mañana no. Estamos solos y cuesta creerlo. Pero nadie puede negar que las emociones son las que tarde o temprano nos van a llevar al fracaso y al dolor y si dejamos que esto pase quedamos vulnerables ante un mundo que espera agazapado para arrebatarnos lo poco que nos queda.
Construir, construir, voy a construir. Y lo haré yo solo, como corresponde.
La luz era reciente. No había pasado mucho tiempo desde que desapareció aquel caballo dorado. Entonces se vio, a lo lejos, una distensión del momento casi imperceptible. ¿Pero qué era? ¿de dónde venía? ¿por qué venía?
No, no sabíamos. De hecho, no queríamos saber. Saber eso significarían años y años de servidumbre hacia una jauría hambrienta de a ratos. Y si hay algo que en verdad detestamos es ser serviles hacia una corriente que nos retrasa y nos retrasa.
Creo que uno de nosotros se dio cuenta de esto, pero muy pocos entendieron su lenguaje. Desde ya que yo no estaba en ese selecto grupo. Claro que no. Yo era uno más. Siempre fui uno más. Ser uno más es algo imperdonable. Es algo con lo que cargaremos por el resto de nuestras vidas.
Pero, esperen, ¿a dónde vamos? ¿por qué llevamos esa carga? Nos retrasa, ¡tirémosla! ¿no? ¿por qué? Está bien, entiendo... al menos creo entender.
Es que ésa es, por momentos, la cuestión. Saber diferenciar entre entender y creer entender. Creer entender es prácticamente un sinónimo de indiferencia. Indiferencia hacia nuestras vidas. Creemos que lo sabemos, pero jamás se nos ocurriría investigar si esto es así o no. Es quedarse tranquilo en un lugar. Moverse implicaría una serie de resultados que no nos animamos a afrontar. ¿Para qué si todo está bien así como está? ¿Para qué? Creían entender aquellos que, según el Dante, vagaban a orillas del Aqueronte mientas perseguían ese estandarte, inalcanzable, porque jamás se comprometieron, jamás tomaron la iniciativa. Ésos que no merecen el cielo pero tampoco el infierno.
Porque nadie, ni siquiera las autoridades que según nuestras religiones consideramos divinas, tolera a aquellos que no toman la iniciativa de sus vidas.
Bueno, hace rato que estoy pensando en actualizar esta cosa más seguido. Al menos con insignificancias de la vida cotidiana, porque digamos que mi inspiración literaria (?) es de -10 últimamente. Si no, pregúntenle a mi tesis (fuck you, tesis, fuck you)
Tuve un sueño genial el otro día. No lo pude completar, me desperté. Odio esos sueños en los que me despierto a la mitad. O quizá se terminó y no recuerdo, pero lo dudo mucho. No terminó, definitivamente no terminó.
Es cierto que el 98% de los sueños no terminan en nada, pero como soy una persona con problemitas (?) puedo asegurar que tengo varios sueños que concluyeron. Que los puedo contar con un final, aunque sea final abierto en todos los casos. Y esto último lo digo sin (?).
Iba manejando por una ruta, como la que va a Luján, y de repente llego a una especie de pueblo con una iglesia grande, una catedral, una basílica, como la de Luján. Pero no era Luján, y estaba completamente despoblado. No había ni un alma, y era finde largo. Por algún motivo extraño me detengo en una panadería a comprar medio kilo de pan (sí, en serio). Camino un poco y llego a lo que parece ser un parque de diversiones abandonado. Estaba abandonado pero lejos de ser escalofriante y embrujado. Sólo un parque de diversiones arruinado por el paso del tiempo. Arrastrado por la curiosidad, entro y lo recorro. Los juegos, aunque en mal estado, parecían funcionar todavía. Y así era. Porque la boletería y la tienda de recuerdos estaban abiertas. El parque no estaba abandonado como creí al principio. Estaba funcionando, venido a menos pero funcionando. Camino un poco más y llego hasta la vuelta al mundo. Ahí estaba una chica, rubia, de pelo corto, con el estilo de Kiera Knightley en Domino, ponele, (pero nada que ver igual de cara) de unos veintilargos años. - Hola - le digo - ¿se puede subir? - Sí - es lo único que atina a contestarme. - ¿Viene gente? Está desierto esto. - le pregunto, pero no me contesta. - Y eso que es finde largo...- insisto pero sin respuesta. Mira mi bolsa de pan. - ¿Querés? - le pregunto y le ofrezco. Toma la bolsa desesperada, saca un pan y se lo come ante mi atónita mirada. - ¿Tenías hambre? - No me contesta, sólo me mira.
Y acá es cuando la historia torna un giro inesperado. La chica me habla, me dice su nombre, nombre que no recuerdo y me pregunta mi edad. "Veintitrés", respondo.
"Si querés trabajar acá, golpeá esa puerta"
No, no queria trabajar ahí. No, no, no y no. Aun así, voy hasta la puerta indicada, golpeo y espero. Abre una mujer de treintaytantos aunque aparentaba quizá más, de pelo castaño claro. Y lo próximo que recuerdo es que estoy entrando a lo que sería la oficina del personal, donde todos los empleados del parque nos reuníamos (sí, nos, ya soy uno más) antes de empezar a trabajar a esperar órdenes de la mujer ante la que me había presentado.
Había tres muchachitos que no superaban los quince años y otro flaco alto y desgarbado que tendría mi edad, pero imposible saber. Todos estaban como golpeados, con caras tristes.
Aparece la chica de la vuelta al mundo y se coloca a mi lado. No me dice nada. -¿Qué esperamos? - Le pregunto. - A "ella".- Es lo único que me contesta, sin dejar jamás la cara de perdida hacia adelante.
Entonces ahí aparece "ella", mira a los chicos de arriba abajo pero no dice nada. Me mira amablemente. "Bienvenido" me dice. Sonrío y asiento con la cabeza. Entonces va hasta un mueblecito, y abre una puerta.
"Ahora va a empezar a tomar" me susurra al oído, peocupada la chica de la vuelta al mundo.
Y es así como "ella" saca una botella de Jack Daniel's y se sirve en un vaso. Cuando está por empezar a hablar suena "Little Secrets" tema de Passion Pit. ¡Mi ringtone! Y así era, mi celular estaba arriba de una mesa y sonaba. Me asusto, pienso que "ella" iba a hacerme algo. pero no. "Atendé tranquilo" me dice. Le agradezco y me apuro para tomar el teléfono. Miro la llamada para ver quién era:
Björk
Sí, así como leés. Björk me estaba llamando. Lo raro de todo es que no me gusta tanto, sólo un par de canciones y nada más. Pero de repente, recuerdo que habíamos entablado una gran amistad en mi viaje a Francia (jamás estuve en Francia, ¿y por qué relacioné a Björk con Francia?)
"Hello?" atiendo.
Y un segundo antes de que el sueño se termine de ir bien bien a la mierda, me despierto.
Ahora que lo pienso bien, es interesante que haya terminado así.
A: Por supuesto que estoy a favor de los sindicatos, constituyen el 95% de la corteza terrestre, ¿cómo podría estar en contra? B: Señor, esos son los silicatos. A: Oh, ¡Maldición!
Para los que no sepan, trabajo desde mi casa y de noche. Y por de noche me refiero desde la 1 am hasta las 9 am. O sea, estoy toda la madrugada despierto.
Por lo general me voy a dormir a las 9 am después de desayunar.
Es decir, si almuerzo, lo hago a las 17, más o menos.
Por lo tanto, a la hora en la que todo el mundo cena, no tengo hambre. Así que acostumbro a cenar tipo 3, 4 de la mañana.
Esta madrugada me agarró hambre y lo único que había en la heladera era un cuarto trasero de pollo, es decir, pata y muslo (y eso que viene pegado al muslo que no sé cómo se llama)
¿Y qué hacer con eso?
¡POLLO FRITO!
Pollo frito a la Santiagó. (Una bomba de colesterol para toda la familia)
Comparto con ustedes la receta:
(?)
- Separar la pata del muslo cortando justo en la articulación. (y también eso que no sabemos cómo se llama)
- Rebozar con harina, ají molido y pimienta negra. Puede utilizarse huevo, pero no es necesario ya que la misma viscosidad (?) del pollo va a hacer que la harina se adhiera sin problemas
- En una sartén, volcar el aceite con un poco de ajo y perejil. Agregar más aceite en abundancia y esperar a que hierva.
- Colocar la pata y el muslo (y también eso que no sabemos cómo se llama (?) )
- Dejar cocinar en aceite hirviendo entre 40 y 60 mins.
-
- Podemos hacerle un corte a la pata y al muslo para que el aceite entre y se cocine más rápido (a la otra cosa cuyo nombre desconocemos no hace fala, es puro hueso)
- Una vez bien doraditos y crocantes, retirar.
- Disfrute de estas bombas de colesterol para toda la familia :)
Los mareos empezaron algo así como a las cinco de la tarde. No les di demasiada importancia hasta que dos horas después empecé a vomitar. Me dolía todo el cuerpo. Con las pocas fuerzas que me quedaban me tiré en la cama esperando que todo pasara a la mañana siguiente cuando despertase. El sueño muchas veces es la solución a muchos malestares. Pero esta vez era distinto. Esta vez yo sabía que era distinto. Quise levantarme pero no pude, estaba duro, completamente inmóvil en mi cama. La desesperación comenzó a apoderarse de mí. No sabía qué me pasaba, no sabía, no sabía, no sabía.
Estaba muriendo.
Y en ese momento lo recordé. Recordé el momento justo en que ingerí el veneno. ¡Qué ingenuo! Y yo que pensaba que me estaba invitando una copa. Perdón, que la estaba invitando, porque pagué yo. Sí, yo pagué mi veneno, pagué mi propia muerte.
Me equivoqué, pero ya es demasiado tarde para arrepentirse, demasiado tarde para volver atrás.
Se me nubla la vista y el ventilador de techo girando en la velocidad mínima está a punto de ser la última imagen que me voy a llevar de este mundo...
Pero entonces la siento entrar.
-Hola, vengo a traerte el antídoto. -Uy, gracias...
No tienen un orden de importancia. Las fui escribiendo a medida que se me iban ocurriendo. La siesta, los sueños, el idioma, la gramática, el sexo, la literatura, el fútbol, la cancha, el golf, el paddle, los amigos, la familia, la música, el teatro, las películas, las series, la pintura, la fotografía, la acquarius de uva, la levité de melón, los palitos de la selva, el mate, el asado, el fernet, el malbec, el cabernet, la cerveza los mariscos, el salamín picado grueso la picada,los mensajes de texto, internet, el wi-fi, los habanos, el estudio, el trabajo, la radio, manejar, las camperas de Bowen o de Levi's, las papas fritas, la milanesa napolitana, los doritos, los recitales, mis armónicas, los ideales, la historia, la mitología nórdica, las cerezas, la sandía,
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